Guillermo José Vega, juez de paz de Santa Elena, Entre Ríos, vivió una experiencia cargada de simbolismo y emoción en Roma, en los días en que el mundo entero se despide del Papa Francisco. En diálogo con LT9, relató su viaje y el inesperado giro que transformó su visita protocolar en un homenaje íntimo al pontífice argentino.

Vega había llegado a Roma el 8 de abril con la esperanza de participar en una audiencia privada con el Papa al día siguiente. "Era algo que veníamos trabajando desde hace mucho", contó. Sin embargo, Francisco no pudo recibirlo personalmente, y fue atendido por miembros del servicio diplomático del Vaticano, entre ellos un sacerdote argentino de Entre Ríos.

Durante ese encuentro, Vega aprovechó para exponer la realidad de los jueces de paz en Argentina.

"Nosotros hacemos un trabajo de cercanía. A veces somos psicólogos, otras veces atendemos mujeres golpeadas o chicos que no tienen para comer", explicó a LT9, subrayando el valor social y humano de estos funcionarios, especialmente en provincias como Santa Fe, donde, destacó, “hay una de las mejores justicias de paz del país”.

A pesar de no haber visto al Papa en persona, Vega dejó en manos del servicio diplomático una cruz y una imagen de la iglesia de Santa Elena, con la esperanza de que fueran bendecidas. "Uno de los últimos actos de Francisco fue bendecir esa cruz y esa imagen", señaló conmovido.

El destino quiso que, mientras continuaba su viaje por Europa –con reuniones con el embajador argentino en Italia, la cónsul general en Barcelona y diversas asociaciones–, llegara la triste noticia: el Papa había fallecido. Vega interrumpió su agenda para regresar a Roma el 23 de abril, donde fue recibido por el sacerdote Gabriel Viola, quien le entregó las reliquias bendecidas.

Gracias a esta conexión, tuvo la posibilidad de entrar por la puerta Santa Ana del Vaticano y despedirse del pontífice. "Entramos en el lote de las primeras cien personas que pudimos ver su cuerpo", relató. “Yo vine a Roma a saludarlo y me voy despidiéndolo”.

Conmovido, Vega reflexionó sobre el legado de Francisco: “Nos deja una enseñanza inmensa. Escuchaba algunas de sus frases tan simples y tan profundas. Como jesuita, como franciscano, decía que en la Iglesia hay lugar para todos”. Recordó especialmente uno de los mensajes más emblemáticos del Papa a los jóvenes: "Hagan lío, métanse en problemas, ríanse, sean desafiantes, reclamen".

Para el juez entrerriano, esa filosofía no es solo una consigna para los jóvenes, sino una guía de vida: “Yo tengo 51 años y lo vivo así. Creo que Francisco nos deja un mundo un poco mejor”.