— Mariano Colombo
Casi a la par del triunfo del candidato demócrata–cristiano, Friedrich Merz, los comicios legislativos alemanes revivieron el impulso euroescéptico con el marcado ascenso de la ultraderecha. Pero esa visión, muy crítica hacia el diseño de la UE, no es para nada una novedad.
En retrospectiva, el proceso de integración llevado a cabo en Europa contenía en sus debates originales el signo de interrogante fundacional, característico del lanzamiento de cualquier propuesta económica y política de escala supranacional.
Cuando todavía faltaban varias décadas para que la economista Alice Weidel incursione en política, con un discurso característico del euroescepticismo en muchos aspectos, hace más de medio siglo, ya se detectaban posiciones contrarias a la integración. Pero el vocablo tan utilizado en la actualidad, fue instalado por la prensa del Reino Unido en los años 80 del siglo pasado.
La internacionalista y docente, María Victoria Álvarez, aclara al respecto que “la idea de que la totalidad de la élite política europea apoyaba el proceso entusiastamente desde el principio debe ser matizada”. En sus trabajos, esta investigadora de la UNR expuso que en los debates fundacionales de lo que luego se denominó Unión Europea, aparecía la fuerte resistencia de los partidos comunistas de un lado y nacionalistas del otro, por considerar al proyecto como incompatible con la noción de soberanía.
También cabe considerar que una vez conformado el bloque y tras el paso al siglo XXI, entre 2004 y 2007 se aceleró la ampliación de la UE con el ingreso de doce nuevos Estados miembros, reforzándose el carácter cosmopolita del bloque, lo que también supuso el reto de la búsqueda de una gobernanza política y económica homogénea ante un proceso de expansión que iba hacia el este.
Pero la crisis internacional desatada en 2008 debido a la “burbuja inmobiliaria” estadounidense contagió a los mercados globales alterando y restringiendo el flujo de préstamos.
En Europa, los sectores euroescépticos se encargaron de remarcar la fuerte brecha abierta entre los países más poderosos y aquellos que revelaron su vulnerabilidad con conflictos sociales y políticos incluidos. El mercado de trabajo a nivel continental decaía, pero Alemania exhibía sucesivos aumentos de su PIB.
En ese escenario, las referencias nacionalistas del debate ya alentaban anteponer los meros intereses alemanes por encima de las necesidades sociales de países miembros de la UE, pero con menores niveles de desarrollo.
La incursión de Alice Weidel en el tablero político alemán como nuevo desafío al diseño de la UE
El partido de ultraderecha “Alternativa para Alemania” entró en escena en el año 2013 con un mensaje euroescéptico que se mantiene, y que contiene componentes anclados en la xenofobia y el racismo, cuando la discusión pública ingresa al plano migratorio.
El sector sumó rápidamente a la doctora en Economía Alice Weidel, quien comenzó a alentar cambios estructurales en el bloque, sugiriendo incluso que “cada país debe tener la oportunidad de votar en referéndum sobre su permanencia en la UE”.
Con los ejes argumentales descriptos, Weidel se convirtió en líder de la ultraderecha alemana y la campaña electoral de 2025 la encontró proponiendo el mes pasado “rechazar a las personas que intentan entrar al territorio”. Esa visión orientada a las deportaciones masivas se asentó en sus seguidores, especialmente a partir de la invasión rusa a Ucrania, que disparó la cifra de refugiados ucranianos en varios países europeos.
A propósito de la guerra que cumplió tres años, la dirigente ultraderechista se ubicó de lado de la crítica a Occidente, habiendo aseverado de manera categórica que “el problema es Ucrania”; toda una provocación al sentimiento mayoritario de los líderes de la UE.
En concreto, el domingo 23 de febrero la opción Weidel obtuvo el 20,8% de los votos, quedando a poco menos de 8 puntos porcentuales debajo del ganador Merz, y desplazando al tercer lugar al canciller en ejercicio, Olaf Scholz. Para el cometido europeísta, el resultado significa otro llamado de atención venido de la revigorización del impulso euroescéptico.
Sin embargo, a nivel bloque, el momento del fuerte salto de la ultraderecha alemana no significará ningún cambio inminente en el reparto de escaños del parlamento europeo, donde los actuales 720 eurodiputados pertenecientes a los 27 Estados miembros transitarán sus mandatos hasta 2029.
El fenómeno Weidel reclama más bien una mirada en el mediano y largo plazo, visión con la que los defensores de la UE deberán esforzarse en interpretar las demandas de aquellos europeos, que al igual que los de un sector de los votantes alemanes, ven en la ultraderecha la posibilidad de obtener contestación a sus principales preocupaciones.