Una asamblea de los duendes del canto que. se asegura habitan en la serranía, o la acción de algún antiguo chamán, hicieron posible que pese a un severo temporal de viento y lluvia pudiera iniciarse la sexagésima sexta edición del mayor festival de América. Temprano nomás, y bajo un manto de nubes negras que presagiaban la lluvia, pudo verse en las boleterías de la plaza Próspero Molina el cartel que indicaba que las entradas estaban agotadas. Una hora antes del horario establecido para el comienzo del espectáculo un verdadero diluvio con fuertes ráfagas de viento mostró el ámbito de la gran asamblea de la coincidencia nacional absolutamente vacío. Sin embargo el entorno del anfiteatro refugiaba a las miles de personas que estaban dispuestas. pese al mal tiempo, a darle ese marco con algo de magia que Cosquín suele mostrar al país cuando echan a volar las campanas del canto. Cuando el cordaje de la lluvia dejó de repiquetear sobre el valle de la música, un concierto de voces colgó en la alta noche la frase deseada: “Vengan a ver el milagro, Cosquín empieza a cantar”.
No se puede negar que el artista convocante era el joven que en el año 2008 fue consagrado por el público con una versión antológica de El antigal interpretado a capella, Sin distinción de franjas etarias, Abel Pintos era esperado con ansiedad por la multitud que desbordó la capacidad de la Próspero Molina.
El cada vez mejor grupo Ahyre, consagrado en la edición anterior, brindó un concierto que levantó repetidas ovaciones y que logró el máximo nivel cuando Juan Carlos Baglietto se sumó a ellos para poner su voz en “El tempano”.
Pero faltaba más… Restaba develar de qué se trataba esa propuesta de Baglietto y Vitale, creadores eternos de ideas innovadoras. El espectáculo se anunció como “Luna cautiva” y lo integraban, además de los consagrados ya mencionados, Julia Zenko, Rodrigo Tapari y Ángela Leiva. Y allí se produjo entonces eso que resulta difícil describir con palabras porque es una comunión de canto y alma. Una joven CANTANTE, si, así, con mayúsculas, que pertenece al género tropical, enmudeció a la plaza con su talento, con sus duetos con Julia Zenko en una fusión de dos generaciones y con Rodrigo Tapari. Ya no llovía, pero en muchos ojos podía verse que se desprendían gotas salinas de pura emoción cuando Angela Leiva, ahora como solista, cantó con un profundo sentimiento la zamba Podrás de Jorge Mlikota que trajo entre las sombras a la admirada y querida Támara Castro. La plaza se rindió ante semejante talento y le regaló una de esas ovaciones conmovedoras por la consagratoria actuación que dio respuesta al interrogante del nombre de esa juntada ecléctica. La primera noche del Cosquín 2025 será recordada por ese breve espacio de tiempo en que Angela Leiva cautivó hasta a la luna…