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Sheinbaum, Lula y el comienzo de una nueva era para Latinoamérica

A pesar de la diversas realidades que atraviesan los países latinoamericanos, la trayectoria de la política exterior de cada uno de ellos se fue definiendo casi siempre con la mirada atenta al rol desplegado por Estados Unidos en la región. Frente a la potencia, el binomio Sheinbaum –Lula, se presenta como un posible factor de contención del peso de negociación que históricamente ha ostentado la potencia en el campo de las relaciones internacionales.
MIÉRCOLES 09 DE OCTUBRE DE 2024

En la década iniciada en 1980, la escritora y activista feminista Cynthia Enloe preguntaba al mundo “dónde estaban las mujeres” en las relaciones internacionales. En México, la respuesta innovadora llegaría cuatro décadas después, con la asunción de la presidenta Claudia Sheinbaum. El advenimiento de la nueva etapa instalada desde este año en el país de América del Norte, no pasó desapercibido para Luis Inácio Lula da Silva, quien en su visita a México para participar de la ceremonia de jura de la científica y ambientalista, declaró que la sucesora de AMLO “hará que las mujeres se sientan orgullosas de entrar a la política”.

Más que un cumplido, la frase del presidente brasileño hacia su par mexicana, significó la rúbrica y el surgimiento –aunque incipiente– de un liderazgo compartido en el marco de la difícil representación de los intereses latinoamericanos. Dicha iniciativa no resulta sencilla por dos motivos: en primer lugar, es errónea la noción de una Latinoamérica como una entidad homogénea. Y además, la política exterior de cada uno de sus países, siempre estuvo más o menos diseñada desde la asimetría que definen las comparaciones con los indicadores de desarrollo exhibidos por Estados Unidos.   

En ese sentido, la política mexicana de vinculación bilateral con su vecino en el presente siglo ha sido zigzagueante. Un repaso sintético muestra al período del presidente Vicente Fox (2000-2006), con una postura donde la armonización con EE.UU. ocupó un lugar de jerarquía. Su sucesor, Felipe Calderón (2006-2012), intentó revitalizar la integración de México a la mirada latinoamericanista de las relaciones internacionales. Luego, Enrique Peña Nieto (2012-2018) enfocó el intercambio bilateral mexicano-estadounidense con una agenda que dio prioridad a lo económico. Y finalmente, como antecedente inmediato, la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), originó una postura que alternó cierre de negociaciones (en lo económico) y desacuerdos (sobre el problema migratorio), tanto frente al gobierno de Donald Trump, como al de la gestión de Joe Biden. De hecho, AMLO finalizó su mandato habiendo declarado que esa relación bilateral “es buena, pero está en pausa”.

Por el lado de la política exterior brasileña, se observa un recorrido frente a Estados Unidos marcado mayoritariamente por una concepción dual sobre el rol de la potencia del norte en el escenario global. Con la excepción del período liderado por Jair Bolsonaro (2019-2023), los diferentes gobiernos del mayor país sudamericano intercalaron con EE.UU. períodos de oposición o resistencia con ventanas de concertación. Cabe insistir en la drástica discontinuidad que sufriera ese parámetro de política exterior con la llegada de Bolsonaro al poder, quien a poco de jurar rompió con la sucesión tradicional de viajes presidenciales inaugurales hacia Argentina, cambiando por Washington, ese primer destino en el exterior. Pero en enero de 2023, Lula da Silva inició su tercer mandato como presidente, retomando hacia EE.UU. una mirada atenta y crítica, que gira en torno al constante discernimiento entre las oportunidades comerciales y la oposición limitada a las alianzas de Washington con Ucrania e Israel.

El reciente gesto contundente de Lula, acompañando de forma presencial la asunción de Claudia Sheinbaum y elogiando la figura política que representa la primera mujer presidenta en la historia de México, sugiere el comienzo de una nueva era que proyecta un liderazgo latinoamericano –voluntariamente– compartido. Pero el nuevo eje estratégico, deberá esperar al cinco de noviembre para elegir la hoja de ruta a seguir, teniendo en cuenta los contrastes que marcan durante la campaña presidencial estadounidense los programas de política exterior relacionados a Latinoamérica, en la carrera final entre Donald Trump y Kamala Harris. Es previsible que, una vez traspasada la elección presidencial en Estados Unidos, México y Brasil, que ostentan entre otros indicadores poseer los mayores PIB latinoamericanos, jueguen en tándem para buscar contrarrestar el peso de negociación de la potencia, que a su vez, ve con preocupación la creciente influencia china en la región.    

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