En un cruce de caminos, no muy lejos de una gasolinera cubierta de maleza, hombres y mujeres jóvenes vestidos con descoloridos uniformes verdes detienen a los vehículos que regresan de un mitin de opositores al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, piden a sus pasajeros que se identifiquen e inspeccionan sus autos, camiones y motos.
Este tipo de controles han proliferado en las vastas llanuras tropicales del país, en las boscosas tierras altas y en el litoral en vísperas de las elecciones presidenciales del domingo, con el objetivo de intimar, y ocasionalmente detener, a los críticos con el gobierno.
A menudo piden un aventón, bananas o una “colaboración”, el eufemismo venezolano para un pequeño soborno.
Pero el juego de poder suele fracasar. Cuando sus superiores se esconden del sol abrasador, los soldados rasos delatan su descontento con Maduro y su apertura hacia un nuevo comandante en jefe.
“¿Sí llegó la señora? ¿Y había mucha gente?”, preguntó un aturdido soldado acerca de la líder opositora María Corina Machado.“Queríamos verla pero aquí no hay WiFi”, susurró otro. (Joshua Goodman y Regina García Cano)
Lula insta a Maduro a respetar los resultados de las elecciones en Venezuela
El presidente venezolano Nicolás Maduro debe respetar los resultados de las elecciones previstas para el domingo, señaló ayer su homólogo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que dijo estar “asustado” por la referencia de Maduro de un posible baño de sangre postelectoral.
El mandatario brasileño enviará a un alto diplomático a la vecina Venezuela para que funja como observador de las elecciones.
“Maduro sabe que la única posibilidad para que Venezuela vuelva a la normalidad es tener un proceso electoral que sea respetado por todos”, dijo Lula a los periodistas en la residencia presidencial de Brasilia. “Tiene que respetar el proceso democrático”.
Maduro ha gobernado Venezuela desde 2013, asumiendo el poder tras la muerte de su predecesor y mentor Hugo Chávez.
El hombre de 61 años ganó unas elecciones que sus adversarios consideraron que no fueron libres ni justas. Su reelección de 2018 fue ampliamente considerada una farsa, ya que a los principales partidos y candidatos de la oposición se les prohibió participar. (AP)