El otro problema está vinculado a la convivencia entre cliente y proveedor. Algunas automotrices tienen una política muy dura con sus autopartistas que se vuelve crítica cuando se alteran las reglas de juego del mercado. Con el salto del dólar en los últimos dos años, esa situación quedó expuesta. Los proveedores locales, conocedores de las cuestiones autóctonas, ajustan los precios con rapidez y les sirve de cobertura. En cambio, para las multinacionales es más difícil adoptar esa política. El fabricante de vehículos suele presionar para la continuidad de la entrega de insumos al precio del dólar anterior a la devaluación bajo advertencia de sanciones en otros mercados en los que este proveedor también es cliente de la terminal. El problema es que, cuando se negocia el precio final, no se reconoce la suba plena del dólar, por lo que el autopartista sale perdiendo. “Llega un momento que en la casa matriz de la autopartista se cansan y deciden levantar la producción en el país y abastecer con productos importados”, explicó una fuente del sector.
Eso está pasando con proveedores que están mudando la producción de la Argentina para seguir suministrando piezas pero importadas, especialmente de Brasil.
Esta especie de éxodo, que está en su etapa inicial, está preocupando a algunas terminales por el impacto que tendrá en el componente de integración de piezas nacionales que se exigen en los 0 km de producción local. Especialmente, para acogerse a los beneficios de la Ley de Autopartes. Al salir proveedores locales y sustituirlos por importados, se complica cumplir con la norma. La ley establece que un tercio de las piezas deben ser nacionales. En ese caso, la automotriz recibe un reintegro a través de un bono fiscal que parte de un 5% del valor de la pieza y va creciendo cuanto mayor es la integración. Es por eso que hay terminales -especialmente las que tienen altos niveles de producción- que están negociando con los autopartistas multinacionales para que sigan fabricando en el país.