Algunos de los tradicionales anuarios de fin de año parecen pasar de largo el drama de violencia e inseguridad alimentaria que atraviesa Haití. Según denuncia Naciones Unidas, sólo en el primer semestre de 2024 fueron asesinadas 3.600 personas incluyendo niñas y niños. Y la cantidad de víctimas siguió aumentando en la segunda mitad del año en proporciones aún no precisadas definitivamente. El foco de la violencia se halla en la capital Puerto Príncipe y sus alrededores donde grupos armados se disputan el control del territorio, habiendo obligado además a centenares de miles de personas a dejar sus hogares para sobrevivir a los ataques de pandillas. Junto al problema del desplazamiento masivo, crecieron también a una velocidad vertiginosa los casos de violencia de género, que se vieron multiplicados por cuatro en los campamentos de asistencia. El cuadro de constantes enfrentamientos se agrava notoriamente al observar las últimas estadísticas sobre el déficit de acceso a necesidades básicas en gran parte de la población. En números, el último estudio denominado “Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria”, indicó que más de cinco millones de haitianos padecen niveles críticos de inseguridad alimentaria aguda. Para colmo, en la capital, se estima que cuenta con capacidad de atención sanitaria sólo la cuarta parte de los centros de salud oportunamente instalados.
Transición traumática
Casi al comienzo de la presente década, el asesinato de Jovenel Moïse sumió al país más pobre de América en una escalada criminal que encuentra una muy frágil capacidad para ser contenida por parte de las actuales autoridades. Tras el homicidio de Moïse cometido en 2021, se conformó un “Consejo Presidencial de Transición” que desde el mes pasado está liderado por Alix Didier Fils-Aimé. Sus desafíos están a la vista y no pueden ser más grandes: lidiar con la violencia, bajar la desnutrición y encaminar un proceso eleccionario. Tanta inestabilidad y precariedad social e institucional, han derivado en una sucesión de nombres que no han resistido en la silla caliente de toma de decisiones en contexto de urgencias superpuestas. El nuevo mandatario tuvo su bautismo en ese escenario pronunciando un discurso en el que clamó por la paz, al mismo tiempo que un avión cancelaba el aterrizaje a poco de tocar pista en Puerto Príncipe debido a los disparos de un grupo armado contra la aeronave.
El papel de la ONU
Los esfuerzos multilaterales para dar contención al desastre humanitario del país caribeño, hoy están reunidos en la Oficina Integrada de Naciones Unidas para Haití (BINUH según su sigla en inglés). Desde ese espacio se reclamó esta semana que la comunidad internacional aumente los esfuerzos por pacificar el país mejorando a la vez la asistencia social para la población. La directora de la Oficina, María Isabel Salvador publicó en la red social X que Haití “sigue enfrentándose a actos de violencia generalizados” y pidió por “el restablecimiento de la paz social y la organización de elecciones”. La declaración de Salvador refleja un flagelo sostenido que devuelve vigencia al diagnóstico ya trazado por el organismo internacional en mayo de este año, cuando se advirtió que “la Policía Nacional haitiana no puede contener por completo el estallido de violencia, y el ejército es pequeño y sólo está modestamente equipado”. En este final de 2024, lo único claro en Haití es la tremenda necesidad de un mayor compromiso de organizaciones y países en pos de revertir un drama humanitario que parece subestimado en la agenda de las urgencias mundiales.