El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el candidato republicano, Donald Trump, volverán a encontrarse frente a frente en un debate televisado previsto para mañana, jueves 27, en la ciudad de Atlanta, casi cuatro años después de su último careo, ahora con los roles de mandatario y candidato revertidos pero ambos como respectivos exponentes de la polarización política en un país que todavía no ha dado carpetazo a la tumultuosa resolución de los comicios de 2020.
De buenas a primeras el debate del jueves ocurre bajo dos notables circunstancias: es el más tempranero del que se tiene constancia en una campaña electoral en Estados Unidos (el primero de las elecciones de 2020 ocurrió en septiembre) y en su organización no participará la bipartidista Comisión Nacional para los Debates Presidenciales, sino que quedará bajo competencia exclusiva de la cadena CNN.
Ambas campañas han coincidido en ambos términos por distintos motivos. La de Biden no guarda buen recuerdo de la comisión, a la que ha acusado de ineficacia a la hora de imponer las medidas de restricciones contra el coronavirus al séquito de Trump durante uno de los debates de la campaña pasada.
Ni Biden ni Trump guardan un buen recuerdo de la organización durante esos careos, especialmente el primero, donde los candidatos dedicaron la mayor parte del tiempo a pisarse. Y, en cuanto a la fecha, ambos prefieren verse las caras antes de que comience la votación anticipada en septiembre, para ir marcando territorio.
El presidente de la comisión, Frank Fahrenkopf, se ha quejado amargamente de esta decisión y cuestionado algunas de las reglas del formato acordado por ambos candidatos, quienes "se han apropiado de algo que realmente pertenece al pueblo americano para dejarlo en manos de una cadena"
MICRÓFONOS CERRADOS Y SIN AUDIENCIA
Fahrenkopf ha expresado serias dudas especialmente sobre dos de las reglas estrella del debate del jueves: Trump y Biden tendrán sus respectivos micrófonos cerrados durante el turno de palabra de su contrincante y no habrá público en el encuentro.
"Esto debería ser un debate en firme y la gente debería ser capaz de percibir por ellos mismos si los candidatos son capaces de comportarse con educación", ha explicado.
Y dado que las campañas han tomado el control de la organización, la comisión probablemente tendrá que acabar anulando su propio calendario de debates, que comprendía encuentros en colegios y universidades, cuyos alumnos se quedarán, en palabras de Fahrenkopf, sin una lección de civismo.
Sobre la cuestión del público, la jefa de campaña de Biden, Jen O'Malley Dillon, ha esgrimido que "los debates no deberían ser un entretenimiento para una audiencia repleta de mecenas empeñados en interrumpir todo el rato", en una misiva a la comisión recogida por la cadena NBC.
La campaña de Trump no quiere saber nada de este organismo desde hace casi una década, cuando protestó por "problemas técnicos" durante el debate entre Trump y Hillary Clinton.
Ninguna de las dos campañas podrá hablar con los candidatos durante el debate que tendrá lugar el 27 de junio en los estudios de CNN en Atlanta.
Ambos aparecerán en dos estrados iguales, con un cuadernillo, un bolígrafo y una botella de agua. Una moneda al aire ha decidido que Biden aparecerá a la derecha de los televidentes, Trump a la izquierda.
Dado que la moneda favoreció a Biden en las posiciones, el candidato republicano será el último en efectuar la reflexión final de ambos contendientes. No habrá discurso inicial y el formato se limitará estrictamente a contestar las preguntas de los dos moderadores, los presentadores Jake Tapper and Dana Bash.
Tendrán dos minutos para responder, uno más para replicar, y otro minuto adicional para la contrarréplica.