El octavo aeropuerto internacional por número de pasajeros (74 millones en 2018) reanudó sus operaciones el martes al amanecer, pero cientos de vuelos seguían cancelados y los manifestantes anunciaron nuevas protestas por la tarde.
Su cierre se produjo al cabo de 10 semanas de una crisis que ha sacado a millones de personas a las calles de Hong Kong, algo insólito desde la devolución del territorio a China, en 1997.
La jefa de gobierno de Hong Kong, Carrie Lam, alertó este martes sobre las peligrosas consecuencias a las que se enfrenta la ciudad, uno de los polos financieros más importantes de Asia, si no se pone fin a la escalada de violencia.
"La violencia, ya sea su uso o su justificación, llevará a Hong Kong por un camino sin retorno y hundirá a la sociedad de Hong Kong en una situación muy preocupante y peligrosa", aseguró en una conferencia de prensa.
"La situación en Hong Kong la semana pasada me hizo temer que hayamos llegado a esta peligrosa situación", añadió.
Lam, quien se enfrentó a difíciles preguntas de periodistas locales y pareció estar al borde de las lágrimas en un momento dado, hizo un llamado a la calma.
"Tómense un momento para pensar, miren nuestra ciudad, nuestro hogar. ¿Realmente quieren que lo lleven al abismo?", preguntó, negándose de nuevo a hacer cualquier concesión a los manifestantes.
El aeropuerto de Hong Kong reanudó sus operaciones este martes, un día después de que se cancelaran todos los vuelos ante la entrada de miles de manifestantes prodemocracia en la zona de llegadas, pero la situación estaba lejos de regresar a la normalidad.
Frank Filser, de 53 años, intentaba reprogramar su vuelo de regreso a Alemania para visitar a su padre, enfermo de cáncer. A pesar de las perturbaciones, dijo que simpatizaba con los manifestantes.
"Luchan por Hong Kong y esa es su opinión", afirmó. "Yo puedo volver a Alemania cuando quiera, pero ¿qué pasa con la gente que creció aquí? Este es su hogar". (AFP)